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Darwin, evolucionismo, creacionismo

BICENTENARIO DEL NACIMIENTO  DE CHARLES DARWIN
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El siglo XXI no debe ser un tiempo para seguir oponiendo religión y ciencia, porque el hombre de hoy está llamado a superar estas antítesis: nuestra época aspira a la integración de los opuestos y no a la exclusión.

A propósito del debate evolucionismo vs. creacionismo, hay que tener en cuenta que cuando los científicos, filósofos y teólogos piensan y hablan del misterio del mundo, cada cual lo hace desde su propia y limitada óptica, cada uno estudia y hace pronunciamientos desde su propia metodología. El científico no puede hacer el papel del teólogo y el teólogo no puede “pontificar” en cuestiones científicas que están continuamente desvelándose.
Negar la Creación de Dios en nombre del evolucionismo, hoy, parece excesivo; pero negar el evolucionismo en nombre de los relatos bíblicos de Creación (como hace el llamado “creacionismo” estadounidense) es inútil y raya el fanatismo.

Más humildad en los científicos y también en los teólogos
Es preciso más humildad por parte de los teólogos y también de los científicos. Los primeros tienen que aprender y escuchar a la ciencia y los segundos deben superar planteamientos arrogantes en nombre de la “diosa ciencia”.
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¿Quién tiene razón, Darwín o la Biblia?
Podemos decir que Darwin tenía razón. Y la Biblia, también. Darwin hablaba como científico. La Biblia no es un libro científico, es un libro religioso.  La Biblia no nos dice cómo se mueven o son los cielos, sino como se va al Cielo.
La Biblia aunque con un lenguaje evolutivo (pasaje del Génesis cp.1,1ss) no nos habla de evolución, sino de que el ser humano ha aparecido en la tierra por voluntad de Dios. Y hacia Él camina, movido por una larga historia.

En el año 1996 se publicó en L’Osservatore Romano las siguientes palabras de Juan Pablo II: “Los últimos conocimientos científicos han demostrado que la evolución es más que una hipótesis. De hecho es remarcable que esta teoría ha sido aceptada por la mayoría de los científicos, tras obtener toda una serie de datos en varios campos del saber. La convergencia de los resultados obtenidos por vías de trabajo independientes es por sí mismo un argumento de peso a favor de esta teoría”. VER  VÍDEO

La creación es un proceso que todavía está en marcha. El modelo evolucionista y el creacionista debe de ser explicado en igual de condiciones en las escuelas. Necesitamos educar en la ciencia a nuestros jóvenes; no, naturalmente, para que entiendan que ella es el juez supremo para las opciones que quiere asumir una sociedad democrática. La ciencia es, simplemente, un instrumento -el mejor- que los humanos hemos inventado.

¿Quién apareció primero, Adán y Eva o el mono?

¿Qué responder ante esta pregunta?
La respuesta puede girar en torno a estas reflexiones: No fue Adán, ni Eva, ni el mono, ni cualquiera que se hubiera atrevido a escribir en una tarjeta de visita, hace millones de años, “Yo soy el primer hombre”. En realidad, en algún lugar de la Tierra y entre aquellos primeros hombres y mujeres, algunos soportaron mejor el clima y las enfermedades o quizás fueron más astutos o más hábiles que los demás. Son nuestros antepasados.

Evidentemente, se parecían mucho a los grandes chimpancés, que eran como sus primos; lo que no significa que fueran monos evolucionados. Los primeros seres humanos se diferenciaban de los monos en algo realmente muy importante: ¡eran conscientes de que tenían conciencia!. Es decir, pensaban, reflexionaban y se hacían preguntas. Y por ello, desde hace millones de años, las personas buscan respuestas para esta pregunta: ¿de dónde venimos?

Hace tres mil años, un sabio de Israel contó en la primera página de la Biblia que el mundo y los seres humanos habían sido creados por Dios. En hebreo, Adán significa “Hombre”. Está claro, el sabio no tenía la menor intención de escribir un libro científico sobre los orígenes de la humanidad, aunque no se equivocó en el orden de aparición de las especies. En su relato lo que quería sobre todo era mostrar cómo las personas están relacionadas con Dios.

“…Y Dios formó al hombre con polvo del suelo, e insufló en sus narices aliento de vida, y resultó el hombre un ser viviente…” (Gn.2,7).
“…Y dijo Dios: “Hagamos el hombre a imagen nuestra, según nuestra semejanza…Y creó Dios al hombre a imagen suya; a imagen de Dios le creó; macho y hembra los creó…” (Gn. 1,26.27).

El Génesis nos proporciona 4 verdades fundamentales: todo ha sido creado por Dios; el hombre posee una dignidad sagrada, en cuanto que fue creado a imagen y semejanza de Dios; la mujer es de la misma dignidad que el hombre, como nos muestra el símbolo de la costilla; hubo un pecado al inicio de la Historia con fatales consecuencias para la Humanidad.

Superar planteamientos fundamentalistas

Hay que superar planteamientos  fundamentalistas. El problema de la interpretación fundamentalista es que no es capaz de distinguir entre el contenido doctrinal y el ropaje literario.

Si caminando por una playa encontramos un castillo de arena, lo natural será que pensemos en que su autor ha sido un ser con inteligencia y voluntad, capaz de esculpir sobre un trozo de materia informe un patrón predefinido, y no el azar de las olas del mar. Pues bien, este razonamiento del más puro sentido común (que, como dijo alguien, es el menos común de los sentidos) es el subyacente en la teoría del diseño inteligente. Es preciso superar cerrazones ideológicos y dejar que durante el siglo XXI resalten los verdaderos avances científicos.

Decía Crick, el descubridor de la estructura espacial del ADN, que un hombre honrado tendría que aceptar que el origen de la vida se debe a un milagro. Si la evolución no va acompañada de una razón creadora, no se puede explicar la aparición del orden de este mundo. En el fondo, se trata de una cuestión de sentido común.