La objeción de conciencia y las convicciones religiosas
A finales de siembre tuvo lugar en la Audiencia Nacional la vista de una declaración un tanto original. La marroquí Fátima Hassisni, declaraba como testigo en un juicio contra nueve islamistas detenidos en Cataluña en 2006. Lo novedoso del tema reside en que Fátima acudió con burka. El juez Javier Gomez Bermúdez le pidió que se quitara el burka para poder verle el rostro. La testigo en la segunda comparecencia obedeció y quitándose el velo dejó ver su rostro. El magistrado le explicó que en Occidente la ley civil prevalece sobre las leyes religiosas y que el tribunal necesitaba valorar las expresiones de su rostro en la declaración
Tras aceptar estos argumentos, la mujer marroquí ha declarado hoy con el burka levantado mostró su rostro, aunque de espaldas al público, de tal forma que se ha respetado su deseo de no aparecer descubierta ante las cámaras.
¿Obedecer a Dios o a los hombres?
Hechos 4, 1-2; 18-20
1 Estaban hablando al pueblo, cuando se les presentaron los sacerdotes, el jefe de la guardia del Templo y los saduceos, 2 molestos porque enseñaban al pueblo y anunciaban en la persona de Jesús la resurrección de los muertos. 18 Les llamaron y les mandaron que de ninguna manera hablasen o enseñasen en el nombre de Jesús. 19 Mas Pedro y Juan les contestaron: «Juzgad si es justo delante de Dios obedeceros a vosotros más que a Dios. 20 No podemos nosotros dejar de hablar de lo que hemos visto y oído.»
Hechos 5, 27-29
27 Les trajeron, pues, y les presentaron en el Sanedrín. El Sumo Sacerdote les interrogó
28 y les dijo: «Os prohibimos severamente enseñar en ese nombre, y sin embargo vosotros habéis llenado Jerusalén con vuestra doctrina y queréis hacer recaer sobre nosotros la sangre de ese hombre.» 29 Pedro y los apóstoles contestarón: «Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres.
¿Hay que obedecer antes a Dios o a los hombres?. Los apóstoles, al igual que los cristianos en todo momento histórico, incluyendo el actual, se enfrentaron con sus armas (amor, paciencia, perseverancia, verdad) a los poderes fácticos establecidos. Las leyes de los hombres deben buscar su bien verdadero y la protección de la sociedad. Cuando las leyes de los hombres entran en conflicto con las leyes de Dios, es un deber del cristiano oponerse a tales leyes con todos los medios lícitos a su alcance. Por ejemplo, la objeción de conciencia. Incluso autores como San Agustín iba más allá; era partidario, incluso, de la desobediencia civil.
Por lo tanto, el aborto y la eutanasia son crímenes que ninguna ley humana puede pretender legitimar. Leyes de este tipo no sólo no crean ninguna obligación de conciencia, sino que, por el contrario, establecen una grave y precisa obligación de oponerse a ellas mediante la objeción de conciencia. Desde los orígenes de la Iglesia, la predicación apostólica inculcó a los cristianos el deber de obedecer a las autoridades públicas legítimamente constituidas (cf. Rm 13, 1–7, 1 P 2, 13–14), pero al mismo tiempo enseñó firmemente que «hay que obedecer a Dios antes que a los hombres» (Hch 4, 19; 5, 29). Ya en el Antiguo Testamento, precisamente en relación a las amenazas contra la vida, encontramos un ejemplo significativo de resistencia a la orden injusta de la autoridad. Las comadronas de los hebreos se opusieron al faraón, que había ordenado matar a todo recién nacido varón. Ellas «no hicieron lo que les había mandado el rey de Egipto, sino que dejaban con vida a los niños» (Ex 1, 17). Pero es necesario señalar el motivo profundo de su comportamiento: «Las parteras temían a Dios». Es precisamente de la obediencia a Dios —a quien sólo se debe aquel temor que es reconocimiento de su absoluta soberanía— de donde nacen la fuerza y el valor para resistir a las leyes injustas de los hombres.
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